El regalo que mas me impacto de los que recibí cuando hice la primera comunión fue una maquina de retratar Kodak brownie 127. Era de baquelita y como decía el slogan, Ud solo hace clik, nosotros hacemos lo demás. Era un regalo de mi abuelo Wills. La magia de la imagen había llegado a mi vida para no salir jamás. El otro recuerdo imborrable que me une a la imagen es la biblioteca de mi tío Darío donde, desde entonces y hasta hoy, reposa de manera serena y completa la colección de la Nacional Geographic. Tanto me impactaron esas fotografías del mundo que lograron ponerme en ridículo en un lejano diciembre cuando, frente a una de esas numerosa familias Paisas de exitosos empresarios dije a viva voz a la pregunta ¿Qué va a ser cuando sea grande? Fotógrafo. Respuesta que me reporto un peso frente a los cinco que se ganaron mis primos por querer ser abogados, ingenieros o médicos. Esa respuesta marco mi vida y hoy con enorme orgullo puedo decir; Juan Camilo Moreno Wills, Fotógrafo. Lo demás es historia. Creo que seria injusto no mencionar a Doña Maria Teresa, la abuela de mis nietos Mateo y Manuela, a cuyo lado, en realidad, me hice fotógrafo de corazón, profesión y vida.
Mi formación profesional arranco con un palancazo en Eafit de la cual tuve el buen tino de desertar al poco tiempo y deambular como “hippie local” en estado contemplativo durante el tiempo que Tere se fue de intercambio. Quede como corcho en remolino. Solo las ganas de ser fotógrafo me mantuvieron casi lúcido. Con otro palancazo ingrese a la UPB en “Conversación Social”, donde reafirme mi vocación y conocí los fundamentos de la imagen como tal. En 1.976, con alguien que creí amigo, compre un laboratorio conociendo a León Ruiz a quien considero mi maestro, mi amigo y mi padre. A su lado fui sucesivamente aprendiz, asistente, chofer, barrendero, laboratorista, cómplice, amigo y fotógrafo. Empezó mi verdadero camino en el mundo de la fotografía.
Tuve la fortuna de ser docente en la U de A, Facultad de Artes, donde en 1.981, última bienal, logre exorcizar el cuento del arte como lo hacen los católicos el día de la santa Cruz. El día de la tal bienal dije mil veces que tal, que tal…. Para ser, estar, en el año 1.986, como invitado al XXX salón nacional de artistas en el Museo Nacional de Colombia, fueron unas “vistas” hechas a mano sobre papel de acuarela. Ese trabajo, hecho en la Guajira, península Colombiana que se adentra en el Mar Caribe, habitada principalmente por la raza Wayu, imbatibles indigenas que aún conservan su idioma, jerarquización social, costumbres ancestrales, y donde se lleva el apellido materno. Allí, donde por un par de meses deambule también permitió la creación de “Salmuera”, trabajo serial sobre la explotación de las salinas de Manaure, de forma industrial por el gobierno de mi país y artesanalmente por ellos, expuesto en el MAMBO en 1.988. El cuento del arte es labor de los críticos y curadores. El trabajo, patrimonio de los creadores.
Otro recuerdo realmente grato fue la exposición “100 años de fotografía en Antioquia” organizada por la Biblioteca Pública Piloto bajo la dirección de Juan Luís Mejía. En esa investigación supe que mi Bisabuelo Don Ricardo Wills, el químico, también había incursionado en el mundo de la fotografía. Al preguntarle a mi abuela por el, su única respuesta fue: si era lo que llaman una inteligencia descarriada, y espero que Ud mijito no valla a coger ese camino. Pues abuela voy a ser fotógrafo y le prometo que voy a dejar mis fotos en libro de la historia. Ahora estoy en ellos; “Historia de la fotografía en Colombia 1.950-2.000”, de Editorial planeta y el Museo Nacional de Colombia, y “Fotografía en Antioquia”. Con el patrocinio de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín-Argos. De Jaime Osorio Gómez y editado por Villegas Editores en el 2012. También publique “El Libro De Los buses De Escalera” en 2020.
En fin, ahora se que la fotografía fue, es y seguirá en mi vida como motor que empuja mi existencia. En realidad soy un Voyerista irremediable.
JUAN CAMILO MORENO WILLS.